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Ciudad del Vaticano Basílica y Plaza de San Pedro


Pocas veces encontramos a lo largo de nuestros días algo que nos hagan perder, por un momento, la noción del tiempo y enrolarte en otros momentos de tiempos pasados tan lejanos y diversos como la historia de este sacro lugar.
Desde el momento que se accede al patio que da entrada al Museo del Vaticano, ya intuyes las maravillas que dentro te esperan, sientes por un momento, con las primeras esculturas vistas, que la mano del artista no se ha perfeccionado en absoluto, sino que por el contrario no ha sido capaz de seguir la aventura y sobrepasar la perfección de lo expuesto en dicho museo.
Podría decirse que viendo el interior del Vaticano en su conjunto, no es posible encontrar atractivo en otras obras sin llegar a la siempre odiosa comparación y recordar: ¡¡Para lugar repleto de exquisito y perfecto arte... El Vaticano !!
Arte que en su mayoría parece más bien obra de los dioses, pues es tanta la perfección y realidad plasmada en frescos y esculturas que no hace falta esfuerzo para sentirte transportado a otro mundo un poco más mágico y a veces más grotesco que el que habitamos.

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