Mérida 4/10 Yacimientos funerarios romanos de los siglos I a y d C
COSTUMBRES FUNERARIAS DE LOS ANTIGUOS ROMANOS.
Las Necrópolis o enterramientos. Algunos detalles que nos ayudarán a comprender y conocer mejor el día a día en la antigua Roma.
Su configuración ofrece distintos modelos; desde los más modestos, cubiertos con una simple teja o laja de piedra, Hasta los grandes sarcófagos de mármol, pasando por los de cripta o recintos para guardar cenizas, y las "cupas" de tradición oriental, siendo muy abundantes las estelas funerarias. Focos importantes de estas realizaciones se encuentran en "Los Bodegones", "Los Columbarios" y otras zonas próximas al Guadiana y las viejas calzadas.
ANTES DEL FUNERAL.
El ritual funerario comenzaba en la casa del difunto; la familia acompañaba al moribundo a su lecho para darle el último beso y retener así, el alma que escapaba por su boca. Tras el fallecimiento, se le cerraban los ojos y se le llamaba varias veces por su nombre para comprobar que la muerte era real. A continuación se lavaba el cuerpo, se perfumaba con ungüentos y se vestía adecuadamente.
La ley prohibía el lujo en los funerales, aunque permitía colocar sobre la cabeza del difunto las coronas que le hubieran sido otorgadas en vida. Siguiendo la costumbre griega, se depositaba junto al cadáver una moneda para que pudiera pagar al barquero Caronte. Éste transportaría su alma en una barca, atravesando la laguna Estigia, al reino de los muertos.
Por último, el cuerpo se colocaba sobre una litera en el patio de la casa, con los pies dirigidos hacia la puerta de entrada; se rodeaba de flores, símbolo de la fragilidad de la vida, y se quemaban perfumes. De esta manera, el cadáver permanecía expuesto, según su condición social, de tres a siete días. En la puerta de la casa se colocaban ramas de abeto o ciprés para advertir a los transeúntes de la presencia de un muerto en el interior. Así mismo, en señal de duelo, evitaban encender el fuego del hogar.
EL FUNERAL
Hasta finales del siglo I, el funeral se celebraba por la noche, a la luz de las antorchas, puesto que la muerte era un hecho desgraciado y contaminante. A partir de esa fecha, comienzan a realizarse durante el día, excepto los de los niños, suicidas e indigentes.
El transporte del difunto a la pira funeraria, se realizaba colocando su cuerpo en una caja de madera abierta que, instalada en una parihuela en forma de camilla, era portada sobre los hombros de los familiares más próximos. Detrás marchaba el cortejo fúnebre que lo constituían el resto de la familia y los amigos a los que acompañaban, si económicamente se lo podían permitir, músicos -trompetistas y flautistas- y mujeres - plañideras - que expresaban su dolor ya fuera llorando, ya golpeándose el pecho o acompañando con sus cantos el sonido de los músicos.
La humatio era el rito esencial de todos los funerales. Consistía en echar tierra sobre el cuerpo del difunto o sobre parte de él, según se tratara de una ceremonia de inhumación o de incineración. La tumba se consagraba con el sacrificio de una cerda y, una vez construida, se llamaba tres veces al alma del difunto para que entrara en la morada que se le había preparado.
Durante la ceremonia del funeral se realizaban actos para purificar todo aquello que hubiera estado en contacto con el cadáver. Antes de la sepultura se purificaba la casa del difunto barriéndola, después, utilizando agua y fuego se limpiaba a las personas que habían asistido al funeral.
Estos restos arqueológicos corresponden a un edificio funerario romano, en excelente estado de conservación. Testimonian en esta zona una importante área de enterramientos situada fuera de las murallas de la ciudad, en las proximidades de una de sus puertas principales y muy cerca de la vía que comunicaba Augusta Emérita con Carduba.
El edificio está construido con piedra menuda y cal, es semisubterráneo y está cubierto con bóvedas de cañón.
Se accede a su interior, a través de una pequeña puerta, bajando por unas escaleras que salvan en desnivel existente con el exterior. El suelo se pavimentó con un compuesto impermeable y en los muros laterales, enlucidos con cal, se dispusieron arcosolios para ubicar los sarcófagos.
El uso funerario de esta zona de Mérida, se encuentra documentado desde el siglo I d. C., aunque la tipología de esta construcción - sobre todo por estar dotada de arcosolios- se generaliza en el siglo IV.
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